viernes, 17 de octubre de 2014

Miedo para todos y todas

Amigo lector,

Hemos visto cómo en las últimas semanas la gavilla que gobierna ha comenzado una campaña de amedrentación: “después de nosotros, el diluvio” dicen convencidos. Claro que nadie pensante toma en serio a estos papanatas, pero, lamentablemente, la gente pensante de este país es una minoría que día a día se reduce.

La Argentina de hoy está poblada por una gigantesca masa de esclavos, que están dispuestos a sacrificar el futuro de sus hijos y de sus nietos para no perder las dádivas que el Estado les hace. Son gente que le temen al futuro y por ello se aferran a lo poco que les llena el bolsillo en el presente. La dignidad nacional se ha ido por el retrete de la historia.

José Alperovich, un mamonista, amenazó descaradamente a los humildes de Tucumán al anunciar que si el PJ era desplazado del poder en 2015, la provincia sufriría de escasez de medicamentos y la ayuda social se vería erradicada. Consiguientemente gente de la oposición lo acusó de extorsión, pues se supone que los políticos no están para sembrar el terror sino para lograr la paz social.

Después de que los tucumanos hemos sobrevivido a los saqueos salvajes de diciembre de 2013, este tiranuelo hebreo nos dice que el mundo será peor sin él. ¡Increíble!

Alguien debería avisarle a Alperovich que la amenaza más pavorosa es la que promete que, en 2015, Argentina seguirá igual que ahora, naufragando en el fracaso mientras nos despojan de lo último que nos queda.


César Thames

martes, 30 de septiembre de 2014

A la primera orina

Estimado lector,

En Tucumán, la Nueva Tierra de Promisión, gobiernan los usurócratas. Desde hace décadas. El problema es que estos mentecatos amantes de la vida lujosa y lujuriosa creen ser los propietarios del Estado. Antaño, cuando su acción rateril se desbordaba, las Fuerzas Armadas le ponían fin a la obscenidad. Hoy en día, obligados a vivir bajo la dictadura de la “democracia” de 1983, la pandilla de corruptos que gobiernan hacen y deshacen a su antojo, y el único límite que existe es el que intentan imponer los de la otra pandilla de corruptos que aspira al gobierno a través del despreciable camino de las urnas –y que la prensa, a fin de introducir la idea de una distinción entre las facciones, llama “oposición”.

La última ocurrencia de estos oportunistas tuvo su epicentro en el parlamento local. Varios legisladores veteranos propusieron recurrir a la Justicia con el fin de conseguir la habilitación para continuar infinitamente en sus asientos. Es decir, estos peleles de dudosa capacidad intelectual pero dotados de una increíble habilidad para ignorar toda moral, anhelan convertirse en una nobleza vernácula y transformar a la Legislatura Provincial en una Cámara de los Lores tucumana. ¡Desvergonzados!  

Lo peor de todo es que la iniciativa perpetualista contradice abiertamente a la Constitución Provincial, la cual fuese redactada y firmada nada más y nada menos que por muchos de los mismos cretinos que hoy en día buscan ultrajarla. Si estos hombres y mujeres que ahora quieren la eternidad electoral tuvieran que vender a sus madres o a sus hijos para preservar sus privilegios, ¿qué cree usted lector que harían?

Los legisladores no actúan independientemente: cuentan con cierta complicidad de la Corte Suprema de Justicia y con el total aval del Poder Ejecutivo, encarnado en la nefasta figura de José Alperovich. El objetivo es conservar intacto el putrefacto y demagógico sistema de enriquecimiento ilícito vigente, por ello los hebreos –calculando que alguno de los muchos dirigentes del PJ local podría rebelarse y desplazarlos– buscan satisfacer a todos sus cómplices prometiéndoles la conservación del status quo.  

El palacio legislativo de Tucumán bien podría clausurarse y nadie notaría su inactividad. Las leyes se preparan en el edificio de San Martín y 25 de Mayo, y luego llegan a la Legislatura ya listas para que “los representantes del pueblo” les pongan el sello. Es el trabajo más sencillo del mundo el que les toca a los parlamentarios tucumanos, y, por supuesto, está generosamente recompensado, tal vez muy generosamente recompensado. La estrategia alperovichista para anular al Poder Legislativo es la de convertir al recinto en fuente de empleo no sólo de los vetustos dirigentes pejotistas que podrían llegar a hacerle sombra, sino también de sus hermanos, cónyuges, hijos y hetairas.

Pero más allá del nepotismo salvaje y de la inanidad extrema, lo otro que mancha a la Legislatura Provincial son sus finanzas dudosas. Mes a mes ingresan cantidad millonarias de pesos, pero nadie sabe bien a dónde va a parar todo ese dinero. Todos los leales a Alperovich fueron y son responsables de esa turbiedad. Por ello asombra que Gerónimo Vargas Aignasse, uno de esos sujetos cuyo único mérito político es haber nacido en una de esas familias directamente culpables de la decadencia contemporánea, enfrente a Raúl Hadla, uno de esos mercachifles árabes que la inmigración no planificada que alguna vez azotó a este país trajo hasta Tucumán. Concretamente Vargas Aignasse acusó a Hadla de ser uno de los ideólogos de querer convertir a los actuales legisladores pejotistas en parte del mobiliario de la Legislatura Provincial, y el tal Hadla insinuó –como es vox populi en la provincia– que Vargas Aignasse está vinculado al narcotráfico. Vargas Aignasse replicó acusando a Hadla de hacer un manejo misterioso de sus gastos reservados, obviando el hecho de que él también ha utilizado generosamente ese dinero en vaya uno a saber qué exactamente y que no está en condiciones de superar una auditoría de gastos de manera exitosa.

Los dos hombres, con su honor personal zaherido, decidieron limpiar sus nombres. ¿Con un duelo con pistolas o espadas como le corresponde a un caballero? No: con una prueba de orina. Así como lee. En otras épocas un hombre ofendido demandaba una satisfacción reclamando la muerte de su adversario, o planteando, al menos, un enfrentamiento que concluiría con la primera herida de la que emanase sangre copiosamente. Hoy, en la Tucumán gobernada por Alperovich y los 40 caciques, el honor personal se restituye por medio de un líquido abyecto.  


César Thames

sábado, 2 de agosto de 2014

La guerra de la basura

Amigo lector,

Por estos días Tucumán parece estar condenada a seguir bajo el despotismo del Clan Alperovich. Los opositores buscan construir una alternativa, pero hasta ahora no ha emergido nada convincente sobre el panorama. El odontólogo José Cano y el contador Domingo Amaya buscan desplazar al tiranuelo hebreo, pero las adhesiones que han logrado hasta ahora aparentan ser insuficientes. Por ello los problemas que debe enfrentar José Alperovich provienen no de los opositores sino de su propio entorno: su preocupación más urgente es encontrar al sucesor más óptimo.

La lista de lacayos leales al famoso Domador de Camellos que quieren su puesto es interminable. Algunos ya lanzaron su campaña, otros han sido un poco más prudentes. Sin embargo quien busca también obtener la gobernación es nada más y nada menos que la infame Beatriz Rojkés de Alperovich. Esta mujercilla que ha dado muestras de tener un escaso intelecto es día a día alentada por sus cicisbeos para que de el golpe que derroque a su marido, aquel ciclista que un día se lesionó sospechosamente la ingle y estuvo internado por ello.  

Pues bien, sea quien sea el sucesor, Alperovich debe garantizarse el triunfo. De no lograrlo sufriría el hostigamiento de la Justicia. A raíz de ello el Gobernador se encuentra robusteciendo las redes clientelares que existen en la provincia, pues sólo alimentando a los simios se gana sus votos. Es así que se le ocurrió algo brillante: crear la Secretaría de Saneamiento y Mejoramiento de Espacios Públicos y poner a un puntero de apellido Assán al frente de ella. Este organismo tiene por misión oficial el propósito de combatir a la basura que, tristemente, habita en las calles tucumanas. Y como los residuos están por todas partes, la Secretaría de Assán también lo está. Esto que parece ser un acto de nobleza inusitada que le restituye algo de dignidad al Jardín de la República, no es más que una treta: Alperovich ha creado una Intendencia paralela para entrometerse en los municipios más poblados y extender una influencia que ha ido perdiendo a manos de punteros menores. 

Es que el escándalo de las cooperativas truchas lo obliga a tomar la medida. Se suponía que esas células planeras dotarían de una infinidad de votos al actual gobierno, pero como cada politicastro las usó para hacer dinero a partir de ellas ese plan se fue por el desagüe. Entonces, con la excusa de erradicar a los basurales, es momento de reconcentrar al clientelismo en un único y grotesco organismo. 

La reorganización de las prácticas clientelistas sirvió de excusa para desatar conflictos entre los mandos intermedios del propio alperovichismo. Armando Cortalezzi, el Rufián Usurero, alineado con Betty la Beoda embistió contra los Gassenbauer develando, según dicen, las irregularidades del joven Guillermo en torno a la cooperativa que apadrinaba para que salgan a barrer calles. Pero estos personajes no quedaron felices y prometen contrarrestar el ataque con otro ataque: darían a conocer la lista de grupos cooperativistas apañados por Cortalezzi que en lugar de estar recogiendo basura se la pasan durmiendo en sus ranchos. Como se ve, la basura en Tucumán está en todas partes. 


César Thames   

viernes, 1 de agosto de 2014

El Ministerio de Salud contra el folklore

En la víspera del 1º de Agosto, el Ministerio de Salud Pública de la Provincia de Tucumán, cartera dirigida por Pablo Yedlin, difundió a través de su equipo de prensa un artículo en el que se invitaba a los tucumanos a no consumir el tradicional té de ruda que por tradición muchas familias consumen al inicio del octavo mes del año.

La información puede parecer irrelevante, pero no lo es. El té de ruda es parte del folklore argentino desde hace mucho, y las complicaciones generadas por su ingesta han sido históricamente mínimas. Entonces que una médica aparezca pidiéndole a la población que renuncie a la bebida por motivos de salud es como pedirle que renuncien a su identidad, una verdadera afrenta en contra de la argentinidad.

jueves, 31 de julio de 2014

¿Quo vadis Universitas?

Estimado lector,

No sé usted, pero yo siento cierta congoja por la situación actual de la Universidad Nacional de Tucumán. Resulta penoso ver lo que los docentes y estudiantes le hacen a diario a la Casa de Altos Estudios: unos –con la idea de que por parlotear en un aula merecen ganar unos abultados salarios que les permitan igualar a las fortunas de los magnates texanos– se resisten a trabajar, los otros –con la creencia de que merecen toda clase de desproporcionados beneficios por sentarse a leer fotocopias– se resisten a estudiar; ambos denigran al noble concepto de Universidad.

Cuando el ilustre Juan B. Terán fundó a la Universidad en 1914 no esperaba que terminara así. Si bien la universidad tucumana tuvo que lidiar con la nefasta Reforma Universitaria a sólo unos pocos años de haber sido oficialmente creada, se las arregló para prosperar en las décadas siguientes. Luego, lo inevitable: la UNT terminó cayendo en el pozo ciego en el que se encuentra la educación argentina. Desde entonces la Universidad no hace más que dilapidar el prestigio que alguna vez supo tener. La mediocridad intelectual es la regla elemental, la corrupción política es la meta común.

El Centenario de la noble institución quedó notablemente manchado. Es tan triste el presente de la UNT que, de hecho, a lo largo del año no hubo ningún tipo de iniciativa para celebrar aunque sea aparentando grandeza. Todo lo que se hizo por recordar a Terán y compañía fue de una tristeza propia de actos escolares en barrios marginales.  

El mejor regalo que se podría hacer la UNT hoy en día es suspenderse, vaciarse, someterse a un proceso de evaluación y plantearse la urgente reconstrucción de su identidad. Debería impulsar una Segunda Reforma Universitaria, que tenga como propósito revertir los calamitosos “progresos” de la Primera. De ese modo el viaje a la decadencia podría ser reemplazado, por fin, con el ascenso a los cielos.


César Thames

martes, 22 de julio de 2014

Guillermo el goloso

Estimado lector,

Hace exactamente un año escribí una reflexión sobre “los nenes” y “las nenas” que cogobiernan Tucumán junto a sus padres, tíos y abuelos. Textualmente apunté: “entre los mismos se encuentran Guillermo Gassenbauer, Marcelo Ditinis, Gabriel Alperovich y Oscar Bercovich, todos muchachotes que viven en un Bar Mitzvah permanente.” Hoy en día al menos dos de esos cuatros jóvenes maravillosos se encuentran seriamente sospechados de haber cometido horrendos crímenes, como no podía ser de otro modo.

Gabriel Alperovich, el “ángel” que Betty crió con todo su amor de idishe mame, está en la lista de espera para que le hagan pruebas de ADN por su participación en el Caso Paulina Lebbos. Lo triste es que el encargado de realizar el estudio es Daniel Corach, un famoso genetista que fue duramente criticado por su impericia (¿intencional?) en el Caso de las Turistas Francesas asesinadas en Salta: cuando un laboratorio francés analizó las muestras de ADN en Europa, concluyó que casi todas las certezas del equipo de Corach eran dudosas y que hasta incluso habían datos importantes que habían sido pasados por alto en Buenos Aires. Todo una gran casualidad.

El otro sospechado es Guillermo Gassenbauer, Legislador Provincial e hijo de Jorge Gassenbauer, el actual Ministro de Seguridad Ciudadana de la provincia. Al joven Gassenbauer una puntera lo acusa de haber desviado subsidios estatales de una cooperativa que iban destinados a la realización de obras de embellecimiento urbano. La cosa es más o menos así: el gobierno nacional lanzó hace unos años el Plan Argentina Trabaja, el cual tiene por propósito reunir a ese ganado humano que cobra planes sociales y organizarlos en cooperativas para que trabajen en su comunidad y justifiquen, de ese modo, la recepción de los subsidios por existir (y por votar en cada elección por el oficialismo); la puntera denunciante era una mujer de confianza de Guillermo Gassenbauer, a la que el Legislador Provincial le ordenó armar y encabezar la “Cooperativa Narciso Laprida”; durante unos tres años, la cooperativa cobró mes a mes dinero del Estado, pero no hizo ninguna obra con ese dinero; al parecer una fracción de los subsidios se distribuían entre los planeros y el resto iba al bolsillo de Gassenbauer; finalmente el gobierno kirchnerista amenazó con hacer una auditoría sobre las cooperativas, y la puntera entró en pánico –pues supuso que sobre ella recaería la culpa por el fraude– así que denunció al Legislador Provincial para salvar su pellejo. Lo maravilloso de este asunto es que la puntera afirmó haber recibido una admonición mariana en 2012, cuando a una estatuilla de la Virgen que tenía en su casa se le dio por llorar sangre. 

Lo de Guillermo Gassenbauer es de una bajeza espeluznante. De gente de esa calaña uno espera que los encarcelen por usureros, pero no por robarles a sus clientes famélicos y carenciados. Tucumán se encuentra tan flagelada por tantas décadas de corrupción, ¡que hasta los ladrones de guante blanco han perdido el estilo! La nueva generación no le deja ni los caramelos a los niños, son unos golosos de la sustracción. Hasta han hecho llorar a la Madre de Dios. 



César Thames

lunes, 14 de julio de 2014

No te dejo de alentar

Estimado lector,

En un país en donde la Fanfarria de los guardias pretorianos de la Patria se presta a las provocaciones futboleras en el mismísimo día en que la República festeja un nuevo aniversario sólo la decadencia es posible. En estas últimas semanas asistimos, una vez más, a la propagación de ese nacionalismo futbolero que saca lo peor de la gente. En rigor, no es que el nacionalismo futbolero saque lo peor de la gente, es que la peor gente sale a la luz a medida que se instala el nacionalismo futbolero.

Que se entienda: yo no estoy en contra del deporte. Al contrario, he sido siempre tanto un practicante como un promotor del deporte. Pero hay deportes y deportes. En algunos de ellos, los atletas se imponen, en otros, en cambio, los atletas son precisamente los que menos consiguen. El fútbol, como es obvio, es un deporte de éste último tipo. ¿O de qué otro modo se explica el éxito que alguna vez supo cosechar ese muchacho semianalfabeto y drogadicto de Diego Maradona? 

La última Copa del Mundo de Fútbol Asociado exacerbó el nacionalismo futbolero, el cual, como era lógico, derrapó ocasionando una violencia innecesaria en Buenos Aires y otras ciudades argentinas. Si se vende la ilusión de que Argentina es el mejor país del mundo y nos damos de bruces contra la realidad, ¿acaso no es una razón válida para indignarse?

Ciertamente podría alguien sostener que resulta antiargentino empañar la celebración de la mediocridad de un subcampeonato destruyendo un pedazo de la República. Pero creo yo que es más antiargentino renunciar a la gloria total, la que nos merecemos desde 1816 por lo menos. Esos originarios –esos “incluidos” del sistema por “mamá” Cristina–, al destrozar las calles enajenados por la droga y la decepción, están reaccionando visceralmente como argentinos. Aunque muerdan a la mano que les da de comer, se ve que a sus almas las tocó el espíritu de la argentinidad. Por ello destruyen. Con sus cabellos quiscudos y sus pieles bronceadas en ausencia del sol, con su salvajía y su barbarie, repudian a la mentira de los relatos. Instintivamente (porque no pueden hacerlo de otro modo) comprenden que, por más que Argentina esté para grandes cosas, son los pequeños hombres del Plata quienes impiden que el triunfo nacional se materialice.

Por ello me enorgullece lo que las niñas del seleccionado nacional de hockey sobre césped hicieron recientemente. Obligadas a prostituir sus éxitos para alimentar unas fabulaciones intolerables, renunciaron a vestir los colores del país. Esa es la mejor manera de defender a la Patria: no colaborar con el Ejército de Ocupación.

El enojo de estas muchachas en flor se empezó a cultivar el año pasado, cuando el cleptócrata Aníbal Fernández (el autoimpuesto mandamás del hockey federado argentino) negoció con el nefasto José Alperovich la organización de un torneo internacional de su deporte en Tucumán. Todo en aquel evento fue un desastre.

En primer lugar falló el calendario: elegir una zona subtropical del hemisferio sur para competir en el mes de noviembre es, simplemente, bananero. Las altas temperaturas afectaron a las jugadoras, tanto a las argentinas como a las extranjeras, quienes hasta temieron de morir insoladas. Después primó el encierro: si bien los saqueos llegarían unos días después de concluido el torneo, a ninguno de los visitantes les pareció demasiado agradable la imagen que presenta San Miguel de Tucumán por fuera de las Cuatro Avenidas. Así, con la excusa de evitar el calor, la mayor parte de las jugadoras de hockey se limitaron a permanecer en los hoteles, haciendo esporádicas excursiones al exterior más con espíritu aventurero que con auténtico interés turístico.

Finalmente el otro gran fracaso de aquella oportunidad fue la infraestructura. Pese a que el Moloch había destinado una suma descomunal para construir un estadio de escaso lujo, el torneo comenzó con la obra aún sin haber sido concluida. Unos días antes, a través de los diarios, se pidió la colaboración de voluntarios para que se acercasen al lugar y aunque sea ayudasen a pintar, para que el impacto de la improvisación quedase mínimamente mitigado.

Tras la traumática experiencia tucumana, las jugadoras de hockey notaron que las estaban usando con fines nada agradables y optaron por lo más digno: presentar sus renuncias. ¿Acaso nuestro Gobernador y nuestra Presidente, más allá de sus apellidos, no pueden imitar ese ejemplo de argentinidad y renunciar ellos también? ¿Les falta dignidad o es que nunca la han tenido?


César Thames 

miércoles, 9 de julio de 2014

El buitre vernáculo

Apreciado lector,

Quiso Dios que el 9 de Julio me encontrase en Tucumán. Tenía pensado viajar al extranjero por estas fechas para arreglar algunos asuntos financieros ante el default inminente, pero pospuse mi viaje unos días por motivos que no vienen al caso. Pude yo así ver como el Ejército de Ocupación Kirchnerista oprobiaba a la Patria enviando al truhán de Amado Boudou para que encabece el acto por la Declaración de Independencia de 1816.

Unos días antes de presenciar esta afrenta contra la argentinidad, hube yo concurrido a una reunión organizada por el gobierno tucumano en la restaurada Casa Bazán, lo que ahora se conoce como “Casa Histórica”, “Casa de la Independencia” o “Casita de Tucumán”, por ser sede de un museo que figura en el reverso de las monedas de 50 centavos. Yo fui invitado en calidad de empresario, aunque quise que se me anunciase como miembro del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas. Podría haber apelado a cualquier otra afiliación o sacado a relucir cualquier otro título, pero creo que mi pertenencia a la mentada institución dejaba en claro que yo no soy un buscavidas sino un guardián de la tradición argentina, y que mi presencia en ese tipo de actos tiene por fin enaltecer la conmemoración. En la kermés de la calle Congreso de Tucumán, me encontré con unos pocos amigos, algunos conocidos y un interminable y patético desfile de nouveaux riches, muchos de ellos gente de negocios, pero la gran mayoría meros politicastros. No resistí mucho y me fui del lugar antes de que los oradores terminaran con sus parloteos. ¡Hasta el Rabino Sergio Bergman, el mismo cobarde que votó por convertir al pañuelo de las madres de los subversivos en emblema nacional, estaba presente! “¿Qué tendrá que ver toda esa gente con aquellos grandes hombres que se atrevieron a firmar un acta para dar nacimiento a la República?” es algo que todavía me pregunto. La gran mayoría de esos convidados no sólo no tienen sangre de próceres, ni siquiera tienen el espíritu de gloria que guiaba a nuestros hombres.

Después de ese episodio tuve que tolerar la telenovela del acto del 9 de Julio. Desde 1991, San Miguel de Tucumán es declarada Capital del país por un día, en una suerte de gesto simbólico que pretende ser una celebración del federalismo. Por ello la presencia del Presidente de la Nación en la ciudad para esa fecha se ha vuelto algo común. Este año se esperaba contar con la repugnante visita de Cristina Fernández de Kirchner, pero en su lugar recibimos algo mucho peor: al procesado Amado Boudou. Antes de que el Vicepresidente llegase rodeado de ministros (y hasta de un Diputado Nacional bonaerense que se atrevió a empapelar la ciudad con carteles lanzando su candidatura presidencial para 2015), hubo todo un sainete kirchnerista mal guionado. Aparentemente Cristina Fernández de Kirchner iba a dar un encendido discurso sobre la independencia económica y la soberanía política, con los papanatas de José Mujica, Evo Morales, Rafael Correa y Nicolás Maduro como aplaudidores de lujo. Todo ello el 9 de Julio, para que los congresales de 1816 se revuelquen en sus tumbas. Pero al Ministro de Economía Axel Kicillof lo obligaron a viajar a Nueva York por la misma fecha para acordar un plan de pago con el cual regalarles el patrimonio económico nacional a los acreedores extranjeros, por lo que todo quedó cancelado. La Presidente estiró su licencia por cuestiones médicas, y el polémico Boudou apareció como su reemplazante natural.

Al principio se creyó que la presencia del dueño de la máquina de hacer billetes no resultaba del todo conveniente, así que se anunció que el que iba a ir a encabezar los agasajos hacia la Patria era el bandido Gerardo Zamora, actual Senador Nacional pero más conocido por haber sido el tiranuelo que gobernó por ocho años consecutivos a la vecina Santiago del Estero. Sin embargo los Alperovich están enemistados con Zamora desde que éste les robase a ellos el puesto que a fuerza de obsecuencia extrema habían conseguido en la pirámide de poder kirchnerista, por lo que se dice que fueron ellos mismos quienes demandaron la presencia de su amigo y aliado Amado Boudou. Prometieron recibirlo como a un príncipe.

De esa manera el delincuente se hizo presente. Pasó velozmente por la Casa de la Independencia (aprovechando para devaluar a las páginas del libro de visitas ilustres), y luego se dirigió a un teatro sobre calle San Martín para hacer su discurso. Allí habló de colonialismo, de Juan Perón y, claro, de Cristina y Néstor Kirchner. No fue un acto cívico, sino un acto político. Mejor así, ya que este infeliz no puede decir nada sobre los ínclitos de la Patria, pero si puede hablar con infatuación sobre todos esos populistas que tanto daño le han hecho a la Argentina.

Afuera del teatro el escenario fue la triste postal de siempre: gente arreada por dinero y alimentos, periodistas agredidos, manifestantes que no fueron escuchados, y miles y miles de ciudadanos listos para profesar algo así como un jacobinismo de masas motivado por once muchachos corriendo detrás de un pelota mientras al país los devoran los buitres foráneos y vernáculos.  



César Thames

jueves, 3 de julio de 2014

Casas de terror

Apreciado lector,

No creo que disienta conmigo si afirmo que los jueces tucumanos son una auténtica vergüenza. No todos, claro, pues siempre hay alguna excepción. Pero la mayoría de los encargados de impartir justicia en Tucumán deberían juzgarse a si mismo y condenarse severamente.

El reproche más certero que se le puede hacer a nuestros jueces está relacionado a la indigna obsecuencia que practican, lo que, en numerosos casos, los ha convertido en cómplices de la gavilla que gobierna la provincia. Esto es normal cuando los familiares deben juzgarse entre si, o cuando algún miserable quiere obtener una ventaja o un favor a cambio de la oferta de su imparcialidad.

Lo otro igualmente grave es su incapacidad para ejercer como magistrados de la República. Una cosa es que los jueces se corrompan y otra es que le usurpen el lugar a alguien que lo merece. Alperovich ha sido promotor de las usurpaciones, facilitándole el acceso a toda clase de póngido entogado que de política saben mucho pero que de justicia no tienen la más mínima idea, al mismo tiempo que le negó el cargo a aquellos que, a través de los concursos, ganaron legítimamente sus puestos.

De los muchos magistrados que enturbian el arte de impartir justicia en el actual Tucumán referiré, en esta oportunidad, sólo a uno: Gabriel Casas. Casas es un hombre que proviene del periodismo y del peronismo, o sea proviene de una de las profesiones más pestíferas que existen y del movimiento político que ha condenado a nuestro país a todo tipos de ruinas. Cuando empezaron esas rondas de venganzas en contra de los veteranos de la guerra contra la subversión, a Casas le tocó dictar sentencia contra esos héroes por ser un integrante del Tribunal Oral Federal. Así, diciendo defender “los derechos humanos”, mandó a inocente tras inocente a la cárcel, a cumplir una condena impuesta por cuestiones meramente políticas.  

De todos modos mientras Casas se regocija por estar castigando a “genocidas”, los verdaderos genocidas gozan de su protección. Y quien no quiera creerme que investigue acerca de lo que este hombre ha hecho frente a los narcotraficantes que se multiplican en suelo tucumano.

En una entrevista reciente a La Gaceta, Casas comentó que a todo infeliz que la policía atrapa con droga encima él busca dejarlo en libertad. Sin ningún prurito admite que no puede distinguir el límite entre un patético consumidor y un infame vendedor, por lo que apuesta siempre a favorecer a los delincuentes. Y para rematar agrega que las dádivas que el Estado hace a las familias con dinero público (v. gr. la Asignación Universal por Hijo) ayuda a los vendedores a dejar su oficio, ya que esos pocos pesos que reciben no por hacer algo sino sólo por ser alguien les permiten sobrevivir sin vender muerte en diversas dosis. Supone Casas –benévola o cínicamente– que el delincuente que comercializa droga es una persona sin recursos que no le queda otra salida más que convertirse en un genocida a pequeña escala. Vale decir, el Juez victimiza a quien debería castigar.

Las estupideces que declaró Casas causaron enojo y preocupación. Evidentemente este improvisado ignora hasta lo que el Papa Francisco dijo sobre la cultura de las drogas y el negocio del narcotráfico. Estando yo en Europa hace unas semanas atrás, me enteré del discurso que Su Santidad hizo en la clausura de la International Drug Enforcement Conference. Con mucha coherencia y sentido común, Francisco marcó un triple abordaje al problema: estigmatizar el negocio del narcotráfico, pedir por la creación de empleo digno y oportunidades reales para los jóvenes, y reforzar el trabajo preventivo en torno al consumo. En la misma velada hizo un llamado a prohibir todo tipo de drogas, desalentando así la idea de que hay que abrirle la puerta al conjunto de drogas ilegales que –a base de propaganda pero sin sustento científico– parecen menos dañinas que otras. No podemos darnos el lujo de abrirle de par en par la puerta de descenso al infierno a millones de obscuros sólo para que a un mentecato de La Cámpora o de la Juventud del Meretz no le hagan el amor no requerido en una prisión argentina.

Este facilitador del mercado de la muerte de Casas debería tomar nota de lo que se dice desde Roma. Y debería también mirar en la vecina provincia de Salta, donde si bien la situación judicial no es mucho más brillante que en Tucumán, al menos se actúa con cierta dureza ante los narcotraficantes, y se los ataca en sus posiciones, como cuando un juez de allá mandó a demolerle la casilla a un vendedor de paco. La idea es que si se empieza a destruirle las guaridas a las cucarachas, es posible que también caiga algún zar, alguno de esos tipejos más concentrados en lograr la impunidad e impulsar la decadencia que en hacerle un bien a la comunidad.



César Thames  

lunes, 30 de junio de 2014

La conexión tucumana

Estimado lector,

¿Recuerda usted lo que le pasó a Antonio Domingo Bussi en 1999? Tras ganar una banca de diputado nacional gracias al voto del pueblo tucumano, sus colegas del Congreso de la Nación le impidieron al General ocupar su puesto. En aquella época, Bussi estaba siendo procesado por enriquecimiento ilícito y por comisión de delitos de lesa humanidad. Ninguna de las dos cosas estaba realmente probada, por lo que Bussi era inocente hasta ese momento; sin embargo, con la fe de los fanáticos, alrededor de ciento ochenta legisladores menospreciaron la voluntad popular tucumana. 

Ahora, 15 años después de aquel momento bochornoso considerados por muchos como "un acto de consolidación de la democracia", el gandul de Amado Boudou está siendo procesado por una maniobra económica ilegal vinculada a la adquisición de la empresa Calcográfica Ciccone. Esa empresa, en 2001, fue denunciada en Tucumán por haber producido los famosos "bonos mellizos"; rápidamente los dueños de Calcográfica Ciccone dijeron que era un mero error y que no era cierto que hubiese algún tipo de trama usuraria montada por el Ministro de Economía de la provincia, el Contador José Alperovich. 

Entre Alperovich y Boudou hay una peculiar asociación, que tiene como puntos en común otras cosas además de la Calcográfica Ciccone. Cuando en 2011 el Descuidista fue anunciado como integrante de la fórmula presidencial junto a Cristina Fernández de Kirchner, el tiranuelo hebreo que gobierna Tucumán textualmente dijo: "Boudou es un gran amigo de Tucumán, un gran amigo nuestro, un amigo mío. La Presidenta ha elegido a una persona de bien." A principios de junio de este año, cuando Boudou tuvo que ir a declarar ante el juez Ariel Lijo, retumbó el nombre del tucumano "José Brito" en el juzgado. Brito, principal responsable del kirchnerista Banco Macro, es un conocido de Alperovich, al que la prensa provincial lo calificó de "el Lázaro Báez tucumano". 

Pero esas triangulaciones sospechosas de Boudou y sus socios no sólo tocan al Domador de Camellos, sino que también alcanzan a la Energúmena, quien alguna vez estuviese justo detrás del procesado Vicepresente en la línea sucesoria de autoridades legítimas del país. Es sabido que varios de los cortesanos que rodean a la Senadora Nacional en Buenos Aires y que figuran como "asesores" de la Cámara Alta son gente cercana a Boudou, lo cual, claro, no es una casualidad.  

El vínculo entre estos personajes frívolos y peligrosos quedó en evidencia a finales de abril del 2013, cuando Boudou y Rojkés de Alperovich tuvieron los bríos de jugar a la monarquía en los Países Bajos, según dicen, por orden misma de la Presidente. Él fue a interpretar su papel de dandy, ella, en cambio, fantaseó con ser una princesa, como Elisabeth von Gutmann. Ambos creyeron estar siendo honrados, pero era claro para el resto que la Presidente los mandó para mancharles la coronación a los reyes de la Casa de Orange-Nassau de Amsberg. 

¿No deberían esos "amantes de la democracia" que dicen ser los congresistas hacerle a Boudou lo mismo que le hicieron a Bussi? ¿No se deberían desempolvar los archivos de Calcográfica Ciccone (si es que queda algo de esos papeles) y perseguir a los corruptos hijos de 1983 con la misma saña y desprecio con la que se persigue a quienes aniquilaron a la subversión armada? ¿No debería indagarse con mayor profundidad en la conexión tucumana del Caso Ciccone?


César Thames

jueves, 26 de junio de 2014

La gallística no se mancha

Con la intención de atacar al corrupto gobierno de José Alperovich, varios legisladores de la UCR no vacilaron en fustigar al noble arte de la gallística. Lo que sucede es que, desde haca casi una década, en Tucumán está vigente una ley que autoriza la realización de pelea de gallos en territorio provincial; gracias a ello el gobierno de Alperovich subsidia anualmente a los organizadores de las jornadas gallísticas con una interesante cifra de cinco ceros. Pues bien, para los uceristas ese dinero constituye un gasto superfluo, ya que mientras un buen porcentaje de la población local vive en la pobreza, no parece justo que un generosa cantidad de dinero vaya a parar a los cultores de la gallística. 

El argumento, así presentado, es válido, ya que a cualquiera indigna que el dinero público se concentre en un grupo minoritario y deje abandonada a la mayoría. Sin embargo el problema es que, detrás de la crítica por los fondos malgastados, hay una descalificación de la gallística como actividad cultural. 

En efecto, las peleas de gallo son una tradición que debe ser preservada por su altísimo aporte estético al espíritu humano. No es reprochable que el Estado ayude al pobre a salir de su miseria, pero el Estado, para no ser una mera asociación ilícita, debe contribuir al engrandecimiento del alma, lo que significa que no alcanza sólo con levantar absurdas prohibiciones, sino que también debe ayudar a fomentar a prácticas como la gallística. Por tanto que la UCR investigue a los galleros si de verdad les preocupa el presupuesto, pero que no se meta con los gallos quienes, con sus crestas crispadas, merecen saltar a la arena para probar su fuerza y valentía. 

viernes, 6 de junio de 2014

¡Ni para eso sirve Senadora!

Amigo lector, 

Leyendo los diarios nos enteramos que la ignorante que ocupa el puesto de Senadora Nacional por la provincia de Tucumán, la nefasta Beatriz Rojkés de Alperovich, recordó súbitamente que está en el parlamento para representar al Norte argentino y no al sionismo de Medio Oriente, por lo que presentó un proyecto que seguramente mejorará la calidad de vida de los tucumanos: pedir que el rostro de Juan Bautista Alberdi aparezca en algún billete de curso legal. 

Habiendo tanto por hacer por la provincia, esta señora prefiere no hacerlo y dejar en claro que padece de fetichismo por los billetes. Para colmo de males, la esposa de Alperovich no se atrevió a proponer la creación de un billete de $200 o de $500 que le facilitaría la vida a todo aquel que vive en Argentina, sino que sólo se limitó a sugerir que Alberdi aparezca en los billetes. 

Lo peor de todo es que esta brillante iniciativa de llevar a Alberdi al papel moneda tuvo por excusa la celebración del Bicentenario de la Declaración de Independencia del 9 de Julio de 1816. Así como lo leyó. Alberdi, en 1816, era apenas un niño, brillante, pero un niño al fin. "Betty la Bruta" sostiene que los trabajos alberdianos sobre derecho constitucional plasmaron los ideales independentistas, y por ello la efigie del abogado y economista debería ser reproducida por las imprentas que el Estado le compró hace no mucho a la Calcográfica Ciccone. Si vamos al caso también el General Jorge Rafael Videla hizo mucho por retomar los principios de la Independencia Nacional, pero ese Presidente poco y nada tiene que ver con el Congreso de Tucumán de 1816, ya que, para la época en que tuvo lugar, ni siquiera había nacido. 

Lo que la madre de la piloto Sara Alperovich debería hacer es conseguirse mejores asesores, y no los parásitos que la hacen ver más ridícula de lo que actualmente es. De ese modo, si la intención es inventar un billete, entonces podría proponerse una pieza que esté ilustrada con la imagen de la Casa de la Independencia de un lado, y la de alguno de los hombres que participaron de la Declaración de Independencia del otro (Francisco Narciso Laprida, José Eusebio Colombres, José Ignacio Thames y tantos otros), o bien, en un gesto de grandeza, podría ponerse un mapa argentino, pero de aquella Argentina de 1816 que incluía partes de lo que hoy es Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay -y que quizás pronto sea también Israel.



César Thames

jueves, 13 de marzo de 2014

La democracia alquilada

Estimado lector, 

Tucumán está cada día más tiranizado. De eso no caben dudas. El último episodio de la politiquería vernácula lo deja en evidencia: me refiero, claro, a la rebelión del Concejo Deliberante de Famaillá. 

Famaillá (o "Faimallá" como lo pronuncia la ignorante que tenemos por Presidente) es un pueblucho que desde hace casi 25 años se encuentra gobernado por dos cuadrúmanos de apellido Orellana. José y Enrique Orellana son gemelos, justo igual que Rómulo y Remo, los fundadores mitológicos de Roma. Pero mientras los gloriosos gemelos antiguos ejercieron la diarquía, estos sospechosos gemelos contemporáneos practican la alternancia: un rato uno, un rato el otro. Y, cuando la Intendencia ya está ocupada por uno de los dos, el gemelo sobrante se convierte en legislador provincial. Así lo vienen haciendo, por lo menos, desde el año 1995.  

En el lapso en que este par de ucumarus han gobernado, Famaillá ha dejado de ser un pueblo olvidado de la Patria para pasar a ser un pueblo olvidado de la Patria pero con un conjunto de espantosas atracciones turísticas. Es que, al parecer, estos personajes -al igual que muchos otros en la provincia- comprendieron bastante bien eso de que el turismo es ideal para blanquear dinero, por lo que no sintieron ni el más mínimo remordimiento al instalar una réplica del Cabildo de Buenos Aires y otra de la Casa de la Independencia en aquellas tierras en las que el General Lavalle libró una batalla decisiva contra el General Oribe en el siglo pasado. También son famosos por organizar fastuosos festivales municipales, que, por el exceso de mal gusto, parecen carnavales fuera de temporada. 

Pues bien, en 2013, el Orellana que fungía de legislador provincial declaró que quería convertirse nada más y nada menos que en diputado nacional. Semejante mandril que precisa de un traductor al castellano para que se le entienda lo que dice cada vez que habla ¡quería ocupar en el Congreso de la Nación el mismo escaño que supo ocupar el mismísimo Juan Bautista Alberdi! Una barbaridad (o, más bien, la más dura barbarie). 

Alperovich, el tiranuelo hebreo, le cortó las alas al sueño de Orellana. En su lugar, y tal vez para despreciarlo, promovió a una mujer famaillense, afiliada -según dicen- al sindicato de ineptos exitosos de La Cámpora. Al final Orellana le devolvió la cachetada al Jefe del Sanedrín, uniéndose a la versión tucumana del Frente Renovador de Sergio Massa, junto a otros personajes de una calaña y reputación igual de lamentable. 

Para contragolpear al dirigente díscolo y darles, de paso, una lección a los demás líderes comunales que estén planeando algo similar a lo de Orellana, el Gobernador mandó a Osvaldo Jaldo a generar el caos. Jaldo, un finquero de Trancas que oficia de capataz del Estado copado por los clanes judíos, no tuvo mejor idea que invertirle el Concejo Deliberante de Famaillá a los Orellana: así, tras haber contado con el ciego apoyo de la totalidad de los concejales por dos años, los carbónicos hermanos se encontraron con que el 75% de los ediles no sólo son opositores ahora, sino que hasta tienen los bríos de comparar a estos "trabajadores del pueblo" con el infame Pablo Escobar Gaviria. Sería injurioso decir que esas voluntades fueron compradas, porque, es obvio, resulta más descriptivo decir que más bien fueron alquiladas. 

La guerra de Alperovich contra el massismo recién empieza. Lo que se rumorea es que el Gobernador no está interesado en confrontar al bonaerense, sino sólo a sus adeptos tucumanos, pues a nadie extrañaría que este hoy gran "defensor del Modelo Nacional y Popular" de los Kirchner el día de mañana se convierta en el más renovado de los irónicamente llamados renovadores. 


César Thames

lunes, 3 de marzo de 2014

Inútiles para la Corona

Apreciado lector, 

Asistimos en estos días a la confirmación del alejamiento de la Presidente Cristina de Kirchner del matrimonio que gobierna Tucumán. En épocas en las que la inflación dejó de ser una sensación inoculada por los medios masivos de comunicación para pasar a ser un serio problema económico, la César no puede más que hacer cálculos; por ello los Alperovich-Rojkés, calculadores hábiles por naturaleza, dejaron de ser atractivos para ella. Los números de las últimas elecciones hablan por si solos: el Frente para la Victoria de Tucumán apenas superó el 45% de los votos emitidos, consiguiendo solamente dos de las cuatro bancas de diputados nacionales en juego. Esas cifras, comparadas con la cifras recogidas en la provincia en 2011, dejan en evidencia el tremendo desgaste padecido por el alperovichismo. 

A raíz de ello, la Presidente optó por deshacerse de Beatriz Rojkés como autoridad en el Senado de la Nación, y reemplazarla por Gerardo Zamora, un acomodaticio santiagueño que puede darle cátedra a Alperovich sobre como feudalizar su territorio: nacido en el seno de la UCR como el tiranuelo hebreo del Tucumán, Zamora neutralizó por igual a radicales y peronistas, llegando al punto de aportarle al régimen oficialista la nada despreciable cantidad de siete hombres en la Cámara Baja y otros tres en la Alta, los que contribuyen estratégicamente a mantener funcionando al Congreso de la Nación como una escribanía de la Casa Rosada. 

Hoy por hoy, a la administración de Cristina de Kirchner la sostienen el ex-carapintada Sergio Berni y el veterano del Operativo Independencia César Milani. Jorge Capitanich oficia de maestro de ceremonias del incendio, en tanto que los demás caciques del PJ sufren de la desorientación de saber que tienen que ensayar un salto hacia afuera del régimen K pero sin tener muy presente cuál es el momento exacto para hacerlo. En ese último grupo entran José Alperovich y su esposa: en Casa Rosada son vistos como "peronistas", más allá de que sepan que en realidad no lo son ni quieren realmente serlo (pues es el Likud la verdadera afiliación del matrimonio gobernante). 

La penosa "Betty" confiaba en que seguiría sentada en su trono, amenazando con tomar las riendas del país ante una eventual caída de la Presidente y de su Vicepresidente. Semejante confianza no es para menos: desde 2009 no hizo mérito alguno como para ocupar ese puesto (de hecho hizo todo lo posible como para ser eyectada de él, desde la vez que votó para condenar a Boudou sin darse cuenta de qué era lo que hacía, hasta la vez que intentó impedir sin fundamentos el juramento de la Senadora Nacional Silvia Elías de Pérez, pasando por todas las barrabasadas que dijo cada vez que abrió la boca para opinar sobre temas de actualidad), por lo que suponía que sólo con ser quien es y jurar sobre el Tanaj de los fariseos tenía asegurado el mando de la Cámara de Senadores. Pero las circunstancias, lamentablemente para ella, hablan en otro idioma.  

La escalada de Alperovich parece haber alcanzado su límite. Con su mujer depuesta por un inescrupuloso santiagueño y sus hijos acusados de corruptos, narcotraficantes y homicidas, el Zar contempla la posibilidad de reconvertir sus negocios, moviendo algunos hilos para ubicar a sus laderos más fieles y esperar la traición que él mismo supo ejecutar cuando, hace diez años atrás, se apoderó de la muy noble provincia de Tucumán. 


César Thames

domingo, 23 de febrero de 2014

El día que Tucumán no pudo ser Estocolmo

Estimado lector,

La novedad de estos días en la vapuleada Tucumán es, como tristemente nos hemos enterado, que la infame Fundación María de los Ángeles recibirá un predio que pertenece al noble Liceo Militar “General Gregorio Aráoz de Lamadrid”. Decenas de niños se verán así privados de un campo de deportes, sólo por el deseo de algunos de ver crecer a un edificio que albergará, según se supone, a un jardín de infantes. Ha sido Agustín Rossi, el mismísimo pelele que oficia de Ministro de Defensa, quien ha avalado el atropello del patrimonio castrense. Al parecer el nefasto gobierno kirchnerista ha empezado a notar que Hebe de Bonafini está perdiendo verborragia, por lo que temen quedarse sin una energúmena que implante culpa a través de la victimización; entonces les urge conseguirle un sustituto a la anciana, y Susana Trimarco cumple cada día mejor ese rol.   
La señora Trimarco ha demostrado tener una lengua esputadora. Sólo es cuestión de acercarle un micrófono y una cámara de filmación para incitarla a que se condene por intermedio de sus palabras. La Nueva Hebe aspira a que la vida impune que le ha facilitado su situación personal y su relación con el poder le dure para siempre. 

La única exigencia que Trimarco tiene para que, cual agraciada jovencita, la consagren Reina Nacional de los Derechos Humanos, es que la maquinaria de fantasmas que opera produzca, cada tanto, un nuevo motivo que la justifique. Es decir, el gran defecto de la versión anterior de Trimarco –me refiero, claro, a la Bonafini– es que los niños desaparecieron de sus casas sólo una vez, y, por más que se los busque (y hasta se los encuentre), su destino es el extravío eterno. La señora de Bonafini es un poderoso símbolo del error irreparable, pues ella no es hacedora de finales felices; por ello su presencia ha ido irritando cada vez más con los años, ya que la paciencia ante una supuesta víctima que se dedica a enmierdar a quien no le agrada se va agotando en el buen ciudadano que la ve vomitar odio constantemente sin que nadie se atreva a acercarle un atiemético para no quedar mal parado ante la opinión pública. Trimarco, en cambio, si puede probar que sus veneno verbal si es tolerable: sólo debe salir a la calle, buscar a una jovencita de vida disoluta, venderle una beca o una jubilación para que deje el oficio más antiguo del mundo el cual eligió ejercer voluntariamente, y convencerla de que siga el guión que le escribieron los creadores de ficción que trabajan en La María de los Ángeles. Ese guión la exhorta a que afirme que no es una meretriz porque no le alcanza para vivir con lo que cobra de los planes sociales, sino que lo es porque fue raptada, violada, torturada y obligada a tener sexo con hombres a cambio de seguir siendo mantenida con vida.

Es cada vez menos la gente que cree que la película que produce Susana Trimarco es real. Pero, aun así, muchos se niegan a contrariar cualquier cosa que ponga en duda su veracidad. Entonces, cada tanto, los propios hechos dejan al descubierto los hilos del titiritero.

En enero, La María de los Ángeles buscaba a una mujercilla que se había ausentado de su hogar. La fémina en cuestión apareció unos días después, contó que había estado secuestrada en un galpón junto a otras ocho de sus pares, y luego borró todas las evidencias que tenía a su alcance y le pidió a la Justicia que no la “revictimice” obligándola a eso tan molesto de tener que colaborar con la investigación. Pues bien, este mes las desventuras de las doncellas buscadas por la ONG de Trimarco tuvieron un final peculiar. Sucede que la princesa en peligro por la que Fundación María de los Ángeles pedía su presencia apareció en Santiago del Estero, pero detenida como cómplice de un robo. Al parecer estaba de novia con un hombre unos veinte años más grande que ella con quien se dedicaba a las artes de la sustracción de lo ajeno. El pobre infeliz tuvo la suerte de caer en Santiago del Estero y no en Tucumán, ya que de haber sido detenido aquí no se hubiese tardado ni un minuto en conocerse lo que, “de verdad”, ocurrió: él es un proxeneta que capturó a la desdentada, le propinó una paliza, la ultrajó, y después la utilizó para cometer un robo; y ella, por su parte, es una desafortunada empleada y estudiante que fue raptada a plena luz del día cuando caminaba por la calle, y que ahora, para sorpresa de todos, padece del síndrome de Estocolmo, ese que la mueve a simpatizar con su perverso corruptor. A Susana Trimarco la aguarda un Premio Nobel de la Paz, y, si no se puede conseguir ello, un Óscar no vendría mal.


César Thames

martes, 11 de febrero de 2014

El ángel del Zar

Apreciado lector,

Seguramente usted está al tanto del nuevo episodio de “Los Alperovich Rojkés”: a Gabriel, el primogénito, lo acusan de haber amparado a Juan Suris, un narcotraficante, usurero y tratante de personas oriundo de Bahía Blanca. Sin embargo este dato es inexacto. Y lo es, básicamente, porque en la escucha telefónica que llegó hasta la prensa se lo oye al tal Suris afirmar que se encontraba alojado en el domicilio “del hijo de Alperovich”, sin especificar puntualmente a cual de los dos vástagos del Gobernador se refería.

Pese a que el tema se tornaba difuso para la opinión pública, Gabriel Alperovich, tal vez involuntariamente, tal vez preso del pánico, se encargó de darle una forma más concreta: al asumir que Suris lo había señalado como cómplice, reconoció que el maleante lo conocía personalmente. Entonces el hijo del Gobernador, con el agua hasta el cuello, no pudo más que inventar una excusa. Y el problema es que se trata de una excusa increíblemente inverosímil: el circuncidado Principito dijo que, en Buenos Aires, alguien le usurpa la identidad. Esta historieta tiene la particularidad de copiar el mismo argumento que usó ese muchachito al que lo sindican por ser el responsable de haberle hackeado las computadoras a celebridades menores de la farándula nacional. La diferencia entre el presunto “Camus Hackers” y el niño Gabriel es que el segundo, a diferencia del primero, cuenta con los recursos suficientes como para entregar a un testaferro (en el vestido policíaco-judicial de “perejil”) ante la Justicia. ¡Que no os extrañe en consecuencia que “el hijo de Alperovich” del que hablaba Suris sea un Juan Pérez dispuesto a embarrarse por vaya uno a saber qué trato infame!

Sarita Alperovich, como es sabido, tiene una pasión por los brebajes que hacen perder la verticalidad. ¿Gabriel Alperovich es de un club diferente? ¿Y qué hay de Daniel Alperovich? Creo que ni a mi, ni a cientos de miles de tucumanos, nos molestaría ver una rinoscopia de la familia gobernante. Si el Gobernador de Chubut aceptó el desafío ante la mirada de las cámaras fotográficas, ¿por qué no deberían de hacerlo nuestros funcionarios provinciales y sus controversiales familias? Quedaría en evidencia que clase de “ángel” es Gabriel Alperovich y a que remite el apodo del “Zar” que le han colocado al mandatario.



César Thames  

jueves, 30 de enero de 2014

La bandera imperdonable

Un video en el que se ve a un grupo de “actores” interpretando una ridícula coreografía denominada “Harlem Shake” justo en frente de la Casa de la Independencia causó malestar en mucha gente. El hecho de que se utilice un monumento histórico nacional como escenario de semejante sandez fue juzgado por más de uno como una profanación en contra de la Patria.

Sin embargo algo muchísimo más grave que el Harlem Shake tiene lugar a diario en el mismo lugar. Me refiero, claro, a la presencia de dos banderas indigenistas que cuelgan a la entrada de un paseo de artesanos que se ubica justo al lado de la Casa de la Independencia.

Wiphalas al lado de la Casa Histórica
Wiphalas al lado de la Casa Histórica
Wiphalas al lado de la Casa Histórica

Estos trapos pestilentes son llamados por algunos “wiphalas”. La wiphala es una bandera inspirada en el Imperio Inca (en realidad muchos intentaron identificarla como a la mismísima bandera de aquel imperio, empero la investigación histórica echó por tierra esa pretensión). Esa vocación imperial no es casual: el trapo con los colores del arcoiris flamea actualmente con total libertad en Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y hasta en nuestra Argentina. Una wiphala, por tanto, tiene casi el mismo estatuto que las banderas que representaban a otros imperios fenecidos, pero a los cuales aún se busca siniestramente hacerlos renacer.

¿Es posible imaginar qué diría la prensa si junto a nuestra querida Casa de la Independencia, cuna de la argentinidad más virtuosa, se viera flamear a una bandera roja con una hoz y un martillo amarillo en su extremo superior izquierdo, u a otra bandera igualmente roja pero con un círculo blanco en su centro que encierra una cruz gamada negra? Seguramente se produciría un poderoso cacareo. Pues bien una bandera así de inmunda y perversa todos los días decora las adyacencias de la Casa Independencia ante el silencio cómplice de quienes desprecian los eventos de 1816.