martes, 22 de julio de 2014

Guillermo el goloso

Estimado lector,

Hace exactamente un año escribí una reflexión sobre “los nenes” y “las nenas” que cogobiernan Tucumán junto a sus padres, tíos y abuelos. Textualmente apunté: “entre los mismos se encuentran Guillermo Gassenbauer, Marcelo Ditinis, Gabriel Alperovich y Oscar Bercovich, todos muchachotes que viven en un Bar Mitzvah permanente.” Hoy en día al menos dos de esos cuatros jóvenes maravillosos se encuentran seriamente sospechados de haber cometido horrendos crímenes, como no podía ser de otro modo.

Gabriel Alperovich, el “ángel” que Betty crió con todo su amor de idishe mame, está en la lista de espera para que le hagan pruebas de ADN por su participación en el Caso Paulina Lebbos. Lo triste es que el encargado de realizar el estudio es Daniel Corach, un famoso genetista que fue duramente criticado por su impericia (¿intencional?) en el Caso de las Turistas Francesas asesinadas en Salta: cuando un laboratorio francés analizó las muestras de ADN en Europa, concluyó que casi todas las certezas del equipo de Corach eran dudosas y que hasta incluso habían datos importantes que habían sido pasados por alto en Buenos Aires. Todo una gran casualidad.

El otro sospechado es Guillermo Gassenbauer, Legislador Provincial e hijo de Jorge Gassenbauer, el actual Ministro de Seguridad Ciudadana de la provincia. Al joven Gassenbauer una puntera lo acusa de haber desviado subsidios estatales de una cooperativa que iban destinados a la realización de obras de embellecimiento urbano. La cosa es más o menos así: el gobierno nacional lanzó hace unos años el Plan Argentina Trabaja, el cual tiene por propósito reunir a ese ganado humano que cobra planes sociales y organizarlos en cooperativas para que trabajen en su comunidad y justifiquen, de ese modo, la recepción de los subsidios por existir (y por votar en cada elección por el oficialismo); la puntera denunciante era una mujer de confianza de Guillermo Gassenbauer, a la que el Legislador Provincial le ordenó armar y encabezar la “Cooperativa Narciso Laprida”; durante unos tres años, la cooperativa cobró mes a mes dinero del Estado, pero no hizo ninguna obra con ese dinero; al parecer una fracción de los subsidios se distribuían entre los planeros y el resto iba al bolsillo de Gassenbauer; finalmente el gobierno kirchnerista amenazó con hacer una auditoría sobre las cooperativas, y la puntera entró en pánico –pues supuso que sobre ella recaería la culpa por el fraude– así que denunció al Legislador Provincial para salvar su pellejo. Lo maravilloso de este asunto es que la puntera afirmó haber recibido una admonición mariana en 2012, cuando a una estatuilla de la Virgen que tenía en su casa se le dio por llorar sangre. 

Lo de Guillermo Gassenbauer es de una bajeza espeluznante. De gente de esa calaña uno espera que los encarcelen por usureros, pero no por robarles a sus clientes famélicos y carenciados. Tucumán se encuentra tan flagelada por tantas décadas de corrupción, ¡que hasta los ladrones de guante blanco han perdido el estilo! La nueva generación no le deja ni los caramelos a los niños, son unos golosos de la sustracción. Hasta han hecho llorar a la Madre de Dios. 



César Thames

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