jueves, 13 de marzo de 2014

La democracia alquilada

Estimado lector, 

Tucumán está cada día más tiranizado. De eso no caben dudas. El último episodio de la politiquería vernácula lo deja en evidencia: me refiero, claro, a la rebelión del Concejo Deliberante de Famaillá. 

Famaillá (o "Faimallá" como lo pronuncia la ignorante que tenemos por Presidente) es un pueblucho que desde hace casi 25 años se encuentra gobernado por dos cuadrúmanos de apellido Orellana. José y Enrique Orellana son gemelos, justo igual que Rómulo y Remo, los fundadores mitológicos de Roma. Pero mientras los gloriosos gemelos antiguos ejercieron la diarquía, estos sospechosos gemelos contemporáneos practican la alternancia: un rato uno, un rato el otro. Y, cuando la Intendencia ya está ocupada por uno de los dos, el gemelo sobrante se convierte en legislador provincial. Así lo vienen haciendo, por lo menos, desde el año 1995.  

En el lapso en que este par de ucumarus han gobernado, Famaillá ha dejado de ser un pueblo olvidado de la Patria para pasar a ser un pueblo olvidado de la Patria pero con un conjunto de espantosas atracciones turísticas. Es que, al parecer, estos personajes -al igual que muchos otros en la provincia- comprendieron bastante bien eso de que el turismo es ideal para blanquear dinero, por lo que no sintieron ni el más mínimo remordimiento al instalar una réplica del Cabildo de Buenos Aires y otra de la Casa de la Independencia en aquellas tierras en las que el General Lavalle libró una batalla decisiva contra el General Oribe en el siglo pasado. También son famosos por organizar fastuosos festivales municipales, que, por el exceso de mal gusto, parecen carnavales fuera de temporada. 

Pues bien, en 2013, el Orellana que fungía de legislador provincial declaró que quería convertirse nada más y nada menos que en diputado nacional. Semejante mandril que precisa de un traductor al castellano para que se le entienda lo que dice cada vez que habla ¡quería ocupar en el Congreso de la Nación el mismo escaño que supo ocupar el mismísimo Juan Bautista Alberdi! Una barbaridad (o, más bien, la más dura barbarie). 

Alperovich, el tiranuelo hebreo, le cortó las alas al sueño de Orellana. En su lugar, y tal vez para despreciarlo, promovió a una mujer famaillense, afiliada -según dicen- al sindicato de ineptos exitosos de La Cámpora. Al final Orellana le devolvió la cachetada al Jefe del Sanedrín, uniéndose a la versión tucumana del Frente Renovador de Sergio Massa, junto a otros personajes de una calaña y reputación igual de lamentable. 

Para contragolpear al dirigente díscolo y darles, de paso, una lección a los demás líderes comunales que estén planeando algo similar a lo de Orellana, el Gobernador mandó a Osvaldo Jaldo a generar el caos. Jaldo, un finquero de Trancas que oficia de capataz del Estado copado por los clanes judíos, no tuvo mejor idea que invertirle el Concejo Deliberante de Famaillá a los Orellana: así, tras haber contado con el ciego apoyo de la totalidad de los concejales por dos años, los carbónicos hermanos se encontraron con que el 75% de los ediles no sólo son opositores ahora, sino que hasta tienen los bríos de comparar a estos "trabajadores del pueblo" con el infame Pablo Escobar Gaviria. Sería injurioso decir que esas voluntades fueron compradas, porque, es obvio, resulta más descriptivo decir que más bien fueron alquiladas. 

La guerra de Alperovich contra el massismo recién empieza. Lo que se rumorea es que el Gobernador no está interesado en confrontar al bonaerense, sino sólo a sus adeptos tucumanos, pues a nadie extrañaría que este hoy gran "defensor del Modelo Nacional y Popular" de los Kirchner el día de mañana se convierta en el más renovado de los irónicamente llamados renovadores. 


César Thames

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