Estimado lector,
Si usted está interesado en ver lo
que el título promete le aviso que no encontrará ello aquí. El encabezado era sólo
un engaño publicitario, por lo que pido disculpas. De cualquier manera si usted
desea realmente apreciar un espectáculo tan tétrico como un episodio amatorio
entre esos dos personajes le aconsejo que visite a un psiquiatra, pues el interés
por lo abyecto es síntoma de peligrosas psicopatologías.
Sobre lo que si discurriré aquí
es acerca de los videos y las fotos de las vacaciones del matrimonio Alperovich
en los Emiratos Árabes Unidos que, en estos días, revolotean por todos los
diarios del país. Confieso que más de una vez me sentí tentado a visitar esa
parte del mundo, pero como el paraíso fiscal que escogí para resguardar mi
dinero de las garras de un Estado despilfarrador no es el Seychelles por el que
optan los kirchneristas entonces no he tenido aún la posibilidad de recorrer
esos oasis de la península arábiga.
De cualquier modo, en caso de que
viajase hasta la tierra de los petrodólares, procuraría yo pasear con ropa cómoda
pero elegante, pues, como bien observa mi amiga Victoria Villarruel, gastar una
pequeña fortuna en las vacaciones para salir vestidos en las fotos como si hubieran
ido a hacer una incursión al Mercado Central deja en evidencia el bochornoso estatuto
de nouveau riche y de avaro (que, por
supuesto, es una marca personal de los Alperovich).
Los videos exhiben a una piara de
empleados públicos entrando y saliendo de hoteles cuyas tarifas ningún empleado
público podría afrontar si sólo viviera de lo que le da su salario. Por momentos
se los ve a los ministros Osvaldo Jaldo y Jorge Gassenbauer embelesados por una
impúdica odalisca que sacude el vientre frente a sus mandíbulas babeantes. Calculo
que el Gobernador, en ese momento, se habrá lamentado de su publicitado
accidente “en bicicleta” que sufrió hace unos años.
Algo que no se ve en imágenes pero
que se comenta desde que los matrimonios más voraces de Tucumán retornaron a la Argentina , es que Alperovich
encontró el cajero automático que en Dubai entrega no billetes sino piezas de
oro. Semejante artefacto le causó una gran exaltación al Primer Mandatario
provincial (similar a la que sentía Néstor Kirchner al ver una caja fuerte de más
de un metro de altura). Se dice que el Gobernador estuvo a punto de hacer una
extracción, pero al no poder hallar la misma cantidad de oro de imitación para cargar
en la bolsa destinada a proteger el oro auténtico finalmente desistió.
La fiesta de derroche se
visualiza ahora, a pocos días de las PASO, pero también en la fecha en que se
cumple el centenario de la muerte del Gobernador Lucas Córdoba. Córdoba fue un
gobernante excepcional de la provincia, que trabajó mucho para paliar las
deficiencias en materia de distribución de agua y de calidad educativa (dos
males que han retornado ahora en épocas de Alperovich). Su desapego por la
acumulación de bienes fue proverbial. Juan B. Terán señaló que un ideal
superior hizo germinar en él “la
indiferencia, mezcla de piedad y de desdén, por las fortunas que perseguimos
locamente los hombres; y no aspiró al poder por sensualidad, ni fue pobre por
ineptitud, sino porque sólo un ideal humano o social, pero grande, le merecía
la pena de obrar y de vivir”. Córdoba, claro, nunca viajó sobre el lomo de un
camello.
César Thames
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