Estimado
lector,
Este
frío de julio me estimula a instalarme unos días en Tafí del Valle, entusiasmado
con la idea de ver la hermosa alfombra blanca que forma la nieve en esta época
del año. Lo que no me entusiasma, sin embargo, es la posibilidad de convertirme
en víctima de la ola de asaltos que sufre la localidad. Es que en estos últimos
meses la villa vacacional se ha vuelto más insegura que la villa 1-11-14.
El
peor de todos los episodios de violencia fue el que vivieron dos docenas de
adolescentes que hacían una pijamada: completamente indefensas, tuvieron que
tolerar la irrupción de un comando de encapuchados armados que terminó por
despojarlas de muchas de sus pertenencias, encerrándolas después por varias
horas en una habitación bajo la amenaza de ser violadas o asesinadas si se
resistían al asalto.
Que
nuestras niñas no puedan disfrutar de una fiesta en una casa de familia en Tafí
del Valle sin el temor de convertirse en víctimas de la delincuencia habla de
lo pésima que es la gestión del Gobernador Alperovich.
Los
que si pueden festejar sin temor, en cambio, son los llamados “hijos del
poder”. Una manada de jóvenes acomodaticios, oportunistas y alérgicos al
esfuerzo se expande con un hambre de saqueo peor que la de la banda de
delincuentes que azota Tafí del Valle. Entre los mismos se encuentran Guillermo
Gassenbauer, Marcelo Ditinis, Gabriel Alperovich y Oscar Bercovich, todos
muchachotes que viven en un Bar Mitzvah permanente.
También
están las mujeres como Melina Morghenstein y Sara Alperovich. La primera, hija
de un intendente, no aspira más que a embocar algún cargo un tanto más vistoso
que el de rentista vitalicia de la Municipalidad de Las Talitas. La segunda, por el
contrario, “va por todo”, igual que su madre. Es que Sara Alperovich es seria
candidata a visitar los juzgados si la tiranía de su padre concluye; es por
ello que desde Casa de Gobierno la están fabricando como si fuese la nueva Eva
Perón. O se consigue fueros o, como su hermano, va a terminar exiliada en
Israel para no pagar por los excesos de sus fiestas.
Otro
espécimen juvenil que anda dando vueltas en Tucumán es Micaela Catalán, la hija
de María de los Ángeles Verón, la nieta de Susana Trimarco. Esta pequeña es la
mutación más espeluznante producida por el alperovichismo. Boca floja, irreverente,
grosera, tosca, chabacana, la pequeña Micaela sólo tiene edad para conducir uno
de esos criaderos de ventajeros conocidos popularmente como “centro de
estudiantes”. Probablemente lo haga: ello demuestra que la movilidad social, en
tiempos de los Kirchner, es posible incluso si no se ha nacido hebreo, ¿o de qué otra manera la hija de una mujer
disoluta llegaría tan alto?
César Thames
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