Estimado lector,
El clan que gobierna Tucumán,
como usted bien sabe, no sólo se conforma con engordar su patrimonio año a año,
también “trabaja fuerte” para ser los únicos capaces de hacerlo. De allí es que no
sea raro que todo aquel que no comulgue con ellos sea tratado de la peor manera
posible, siendo obligado a sufrir de la injuria por no coincidir con quienes
pretenden reinar sobre nuestra provincia.
Ciertamente es la volátil Beatriz
Rojkés la que más violencia manifiesta en contra de los opositores del
gobierno, pero a veces es José Alperovich el que choca frontalmente contra
quienes no le rinden pleitesía. Hace no mucho el Gobernador sostuvo sin
sonrojarse que los candidatos que no cuentan con su aval lo único que hacen es,
en realidad, buscar proveerse de un sueldo emitido por las arcas del tesoro
público, mientras que la gente que se encolumna detrás de su liderazgo, por el
contrario, estaría trabajando a favor de un proyecto político que iría mucho
más allá del mero lucro personal.
El problema de la injuriante
afirmación del aspirante a Zar es que en la Cámara de Diputados hay un legislador conocido
como Isaac Bromberg, un personaje famoso no por lo que ha hecho sino porque lo
que no ha hecho: trabajar. En efecto, Bromberg, primo de Alperovich, ostenta el
mérito de ser uno de los legisladores con menor cantidad de proyectos
presentados en el Parlamento. Otro logro suyo es el silencio. Bromberg es tan
enemigo de las palabras que se han tejido toda clase de hipótesis para explicar
el fenómeno. Hay quienes dicen que Bromberg no expone en público su voz pues ésta
no sonaría ni remotamente parecida a la voz que tendría cualquier tucumano, generando con ello sospechas sobre cuáles serían los méritos de este hombre para representar al Jardín de la República. También
están los que sostienen que el diputado manejaría mejor un idioma de Medio
Oriente que el propio español, por lo que sentiría vergüenza de hablar y confundir
las palabras, pronunciando “Partido Justicialista” como “Likud”, “solidaridad”
como “neshekh”, y “amor” como “zahav”. Y finalmente están lo que sugieren que Bromberg
no habla, simplemente, porque no le gusta gastar palabras.
Sea como sea, Bromberg
ilustra perfectamente lo que Alperovich describió como el perfecto opositor. ¿Será el caso que el diputado es un opositor infiltrado en las filas del oficialismo? Quizás
sea eso: una doble lealtad. Es que Bromberg puede aprender mucho de su primo,
ya que el ahora peronista Gobernador fue en el pasado bussista, radical y hasta
comunista. Tal vez cuando la balanza política se incline hacia el costado que es
actualmente el más débil y los kirchneristas empiecen a huir para acomodarse en
otros territorios, Bromberg saque a relucir que él siempre se comportó como un
opositor, es decir como un mero cobrador de dineros públicos. Por supuesto que a
ello habrá de hacerlo en el más sepulcral silencio.
César Thames
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