miércoles, 28 de agosto de 2013

Un frustrado Rothschild

Estimado lector,

Hoy vi un camello en Capital Federal. No se trataba de una visita sorpresa de los Reyes Magos, sino de la evocación de dos personajes que se creen monarcas y cuya única capacidad mágica aparente es la capacidad de acrecentar exorbitantemente su patrimonio sin que la Justicia perciba a ello como delictivo. Allí iban por las calles porteñas el matrimonio Alperovich, acompañados por la gente de la Asociación Bancaria.

El conflicto, como todos saben, empezó cuando el Gobernador dispuso que el popular rufián Armando Cortalezzi se convirtiese en interventor de la Caja Popular de Ahorros, el banco que administra el Estado provincial. Cortalezzi, casi como uno de los miembros de la Cosa Nostra, implementó una serie de medidas para apoderarse de la entidad sin concederles nada a los que hasta ese momento la controlaban. Desde entonces el enfrentamiento entre el gobierno provincial y el sindicato de banqueros ha ido creciendo y ramificándose. La gente de la Bancaria puso dinero para reavivar la Causa Lebbos, para fiscalizar las elecciones de este año y para paralizar la actividad de los bancos de todo el país a favor de sus reclamos.

La contraofensiva alperovichista ha sido lamentable: cuando hubo elecciones en el gremio pusieron un candidato que contaba con su auspicio, pero aún así perdió por paliza frente al candidato promovido por los empleados bancarios.

José Alperovich siempre tuvo dos sueños: controlar los medios de comunicación y vivir de la usura. Así fue como llegó a ser Director de Canal 10 gracias a su militancia en la UCR (la Universidad Nacional de Tucumán, dueña del canal, era gobernada en aquel entonces por el ucerismo), pero salió eyectado por incompetente. Después probó suerte con un banco, el infame Banco Noar, en el que también estaban los hoy funcionarios Carlos Rojkés y Jorge Gassenbauer. En los años en que dirigió esa entidad, Alperovich cometió toda clase de ilícitos como la estafa, el abuso de autoridad y la licuación de acciones. En 1994, el Banco Noar se fusionó con el Banco Mayo –el de Rubén Beraja– y un tiempo después se produjo la quiebra fraudulenta.    

En la actualidad, tras una década de gobernar Tucumán, Alperovich ha logrado que la mitad de los medios de comunicación tucumanos sean serviles a su régimen, y que la otra mitad lo trate con lenidad. De todos modos eso no equivale a haberse convertido en el magnate de las comunicaciones que pretendía ser. Y mandar a matones de antecedentes prostibularios a copar un banco tampoco lo convierten en el respetado hombre de finanzas que se imaginaba que algún día sería.

El deseo de Alperovich de convertirse en un Rothschild está muy lejos de realizarse. Es más real, en cambio, una habitación con una ventana cubierta por una reja y un traje a rayas.



César Thames

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