Estimado lector,
Hoy vi un camello en Capital
Federal. No se trataba de una visita sorpresa de los Reyes Magos, sino de la
evocación de dos personajes que se creen monarcas y cuya única capacidad mágica
aparente es la capacidad de acrecentar exorbitantemente su patrimonio sin que la Justicia perciba a ello
como delictivo. Allí iban por las calles porteñas el matrimonio Alperovich, acompañados
por la gente de la Asociación Bancaria.
El conflicto, como todos saben,
empezó cuando el Gobernador dispuso que el popular rufián Armando Cortalezzi se
convirtiese en interventor de la Caja
Popular de Ahorros, el banco que administra el Estado
provincial. Cortalezzi, casi como uno de los miembros de la
Cosa Nostra , implementó una serie de medidas
para apoderarse de la entidad sin concederles nada a los que hasta ese momento
la controlaban. Desde entonces el enfrentamiento entre el gobierno provincial y
el sindicato de banqueros ha ido creciendo y ramificándose. La gente de la Bancaria puso dinero para
reavivar la Causa Lebbos ,
para fiscalizar las elecciones de este año y para paralizar la actividad de los
bancos de todo el país a favor de sus reclamos.
La contraofensiva alperovichista
ha sido lamentable: cuando hubo elecciones en el gremio pusieron un candidato
que contaba con su auspicio, pero aún así perdió por paliza frente al candidato
promovido por los empleados bancarios.
José Alperovich siempre tuvo dos
sueños: controlar los medios de comunicación y vivir de la usura. Así fue como
llegó a ser Director de Canal 10 gracias a su militancia en la UCR (la Universidad Nacional
de Tucumán, dueña del canal, era gobernada en aquel entonces por el ucerismo),
pero salió eyectado por incompetente. Después probó suerte con un banco, el
infame Banco Noar, en el que también estaban los hoy funcionarios Carlos Rojkés
y Jorge Gassenbauer. En los años en que dirigió esa entidad, Alperovich cometió
toda clase de ilícitos como la estafa, el abuso de autoridad y la licuación de
acciones. En 1994, el Banco Noar se fusionó con el Banco Mayo –el de Rubén
Beraja– y un tiempo después se produjo la quiebra fraudulenta.
En la actualidad, tras una década
de gobernar Tucumán, Alperovich ha logrado que la mitad de los medios de
comunicación tucumanos sean serviles a su régimen, y que la otra mitad lo trate
con lenidad. De todos modos eso no equivale a haberse convertido en el magnate
de las comunicaciones que pretendía ser. Y mandar a matones de antecedentes
prostibularios a copar un banco tampoco lo convierten en el respetado hombre de
finanzas que se imaginaba que algún día sería.
El deseo de Alperovich de
convertirse en un Rothschild está muy lejos de realizarse. Es más real, en
cambio, una habitación con una ventana cubierta por una reja y un traje a rayas.
César Thames
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