Amigo lector,
Durante estos últimos diez años
hemos visto como el gobierno de los Alperovich se desfiguraba hasta convertirse
en una versión ligera de la tiranía que un cabo austriaco supo ejercer en la Europa del siglo pasado. Lo
más lamentable de todo este proceso ha sido observar como el clan hebreo verticalizó
a la provincia en torno suyo.
La ideología del camaleónico
Alperovich es el oportunismo: en veinte años fue radical usurero, bussista
servil, duhaldista ambicioso y kirchnerista militante; su piel es del color del
tiempo. A la oposición la dividió hasta reinar, y al Partido Justicialista lo
convirtió en una empresa familiar dirigida por su esposa en el rol de Dama de la Esperanza , eliminando
con ello toda voz de disidencia relevante.
El Poder Judicial tampoco ha sido
obstáculo para Alperovich, quien –conociendo la experiencia de Esteban Jerez en
sus años de Fiscal Anticorrupción durante el gobierno de Miranda– llenó los
juzgados de juristas mediocres pero afines a él, y persiguió o aisló al resto de
los que no querían someterse a sus excesos.
Los sindicatos (y su versión
desnutrida y chagásica, o sea los piqueteros) han doblado sus rodillas ante “Camello”
Alperovich. Sólo los gremios de docentes, de médicos, de bancarios y de
policías, vale decir las cuatro profesiones que menos deberían procurar
desarrollar actividades sindicales por el bien de la sociedad a su cargo, han
inquietado mínimamente al Tirano. Las asociaciones de consumidores no han
podido tampoco triunfar en sus intentos por salvar a los bolsillos hogareños de
la rapacidad de los transportistas, de la de los supermercadistas y de la de los
concesionarios de servicios públicos.
Como un Perro Familiar,
Alperovich aplastó a los productores rurales, preocupado siempre en buscar la manera
de duplicar a nivel provincial a la política en contra del campo que impulsa el
gobierno kirchnerista a nivel nacional. Los ambientalistas, pese al ecocidio
diario que se atestigua en Tucumán, no han logrado llamar la atención de la
población adormecida.
Sectores otrora críticos como los
estudiantes o los académicos no buscan en la actualidad siquiera una excusa
para enfrentarse a la tiranía. Y desde el ámbito cultural la reacción más
extendida en contra de Alperovich ha sido el más chabacano escapismo.
Y los Alperovich tampoco tuvieron
en la prensa, en el mentado “cuarto poder”, a un objetor poderoso. Algunos
periodistas han logrado agitar las aguas, pero sus intentos de llegar lejos con
esa actitud se han diluido muy rápido, gracias a las prebendas o a los aprietes
de las fuerzas gubernamentales. De todos modos la culpa del fracaso de una
prensa independiente en Tucumán no es entera responsabilidad de los
periodistas, sino que más bien los autores de esta situación son los dueños de
los medios de comunicación de la provincia.
Sin embargo algo cambió en este
aspecto últimamente: Alberto Lebbos, el padre de la asesinada Paulina, empezó a
conseguir micrófonos poderosos como los de Jorge Lanata. Ello generó conmoción
en el clan, porque Lanata es escuchado por más de la mitad del país. Incluso en
la ceremonia de entrega de los premios Martín Fierro, el periodista porteño
mencionó al gobernante tucumano.
El propio José Alperovich, en
respuesta a la embestida de Lanata, declaró que él es el gobernador tucumano
que más ataques de prensa ha sufrido en la historia, agregando que,
intolerantemente, lo critican por haber engendrado a un homicida y por
vacacionar obscenamente en el desierto para sentirse un Sultán.
Según la opinión de los
Alperovich, ellos son las víctimas del asesinato de Paulina Lebbos. Desde hace
siete largos años, la
Justicia ha entorpecido la investigación para llegar al día
de hoy y ayudar a la prensa destituyente a que pierdan una elección. Al final
resultó ser todo una conspiración para acabar con una familia de “patriotas”
tucumanos. ¡Quien lo diría!
César Thames
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