Apreciado lector,
Seguramente usted está al tanto
del nuevo episodio de “Los Alperovich Rojkés”: a Gabriel, el primogénito, lo
acusan de haber amparado a Juan Suris, un narcotraficante, usurero y tratante
de personas oriundo de Bahía Blanca. Sin embargo este dato es inexacto. Y lo
es, básicamente, porque en la escucha telefónica que llegó hasta la prensa se
lo oye al tal Suris afirmar que se encontraba alojado en el domicilio “del hijo
de Alperovich”, sin especificar puntualmente a cual de los dos vástagos del
Gobernador se refería.
Pese a que el tema se tornaba
difuso para la opinión pública, Gabriel Alperovich, tal vez involuntariamente,
tal vez preso del pánico, se encargó de darle una forma más concreta: al asumir
que Suris lo había señalado como cómplice, reconoció que el maleante lo conocía
personalmente. Entonces el hijo del Gobernador, con el agua hasta el cuello, no
pudo más que inventar una excusa. Y el problema es que se trata de una excusa
increíblemente inverosímil: el circuncidado Principito dijo que, en Buenos
Aires, alguien le usurpa la identidad. Esta historieta tiene la particularidad
de copiar el mismo argumento que usó ese muchachito al que lo sindican por ser
el responsable de haberle hackeado las computadoras a celebridades menores de
la farándula nacional. La diferencia entre el presunto “Camus Hackers” y el
niño Gabriel es que el segundo, a diferencia del primero, cuenta con los recursos suficientes como para
entregar a un testaferro (en el vestido policíaco-judicial de “perejil”) ante la Justicia. ¡Que no os
extrañe en consecuencia que “el hijo de Alperovich” del que hablaba Suris sea
un Juan Pérez dispuesto a embarrarse por vaya uno a saber qué trato infame!
Sarita Alperovich, como es
sabido, tiene una pasión por los brebajes que hacen perder la verticalidad.
¿Gabriel Alperovich es de un club diferente? ¿Y qué hay de Daniel Alperovich? Creo
que ni a mi, ni a cientos de miles de tucumanos, nos molestaría ver una
rinoscopia de la familia gobernante. Si el Gobernador de Chubut aceptó el
desafío ante la mirada de las cámaras fotográficas, ¿por qué no deberían de hacerlo nuestros funcionarios provinciales y
sus controversiales familias? Quedaría en evidencia que clase de “ángel” es
Gabriel Alperovich y a que remite el apodo del “Zar” que le han colocado al
mandatario.
César Thames
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