martes, 11 de febrero de 2014

El ángel del Zar

Apreciado lector,

Seguramente usted está al tanto del nuevo episodio de “Los Alperovich Rojkés”: a Gabriel, el primogénito, lo acusan de haber amparado a Juan Suris, un narcotraficante, usurero y tratante de personas oriundo de Bahía Blanca. Sin embargo este dato es inexacto. Y lo es, básicamente, porque en la escucha telefónica que llegó hasta la prensa se lo oye al tal Suris afirmar que se encontraba alojado en el domicilio “del hijo de Alperovich”, sin especificar puntualmente a cual de los dos vástagos del Gobernador se refería.

Pese a que el tema se tornaba difuso para la opinión pública, Gabriel Alperovich, tal vez involuntariamente, tal vez preso del pánico, se encargó de darle una forma más concreta: al asumir que Suris lo había señalado como cómplice, reconoció que el maleante lo conocía personalmente. Entonces el hijo del Gobernador, con el agua hasta el cuello, no pudo más que inventar una excusa. Y el problema es que se trata de una excusa increíblemente inverosímil: el circuncidado Principito dijo que, en Buenos Aires, alguien le usurpa la identidad. Esta historieta tiene la particularidad de copiar el mismo argumento que usó ese muchachito al que lo sindican por ser el responsable de haberle hackeado las computadoras a celebridades menores de la farándula nacional. La diferencia entre el presunto “Camus Hackers” y el niño Gabriel es que el segundo, a diferencia del primero, cuenta con los recursos suficientes como para entregar a un testaferro (en el vestido policíaco-judicial de “perejil”) ante la Justicia. ¡Que no os extrañe en consecuencia que “el hijo de Alperovich” del que hablaba Suris sea un Juan Pérez dispuesto a embarrarse por vaya uno a saber qué trato infame!

Sarita Alperovich, como es sabido, tiene una pasión por los brebajes que hacen perder la verticalidad. ¿Gabriel Alperovich es de un club diferente? ¿Y qué hay de Daniel Alperovich? Creo que ni a mi, ni a cientos de miles de tucumanos, nos molestaría ver una rinoscopia de la familia gobernante. Si el Gobernador de Chubut aceptó el desafío ante la mirada de las cámaras fotográficas, ¿por qué no deberían de hacerlo nuestros funcionarios provinciales y sus controversiales familias? Quedaría en evidencia que clase de “ángel” es Gabriel Alperovich y a que remite el apodo del “Zar” que le han colocado al mandatario.



César Thames  

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