Querido lector,
El mundo contemporáneo está lleno
de jóvenes brillantes y talentosos que son capaces de producir un futuro
próspero para la humanidad. Lamentablemente esos jóvenes suelen ser opacados
por otros que, sin una pizca de inteligencia, habilidad o astucia, consiguen
puestos importantes por ser los hijos de quienes son. Yo, por supuesto, no
estoy en contra de las dinastías y de los linajes, pero lo único que les exijo
a las mismas para obsequiarles mi respeto es que sean nobles, vale decir la
virtud no se hereda sino que se fabrica generación a generación, por tanto si
ya se cuenta con un nombre y un honor que defender, más ardua resulta la tarea
de educar a la descendencia.
Ahora bien, cuando alguien no ha hecho
nada para cultivar el espíritu de grandeza en uno, entonces poco le puede
demandar a los hijos. Por tanto si uno toma de un lado a un banquero inútil y
mediócrata frustrado que, gracias a la fortuna familiar y a la vergonzosa falta
de convicciones, terminó consiguiendo un trono menor en un acuerdo con una
banda de maleantes, y lo cruza con una mujercilla de neuronas perezosas y boca
ponzoñosa, tendrá como resultado a una niña ambiciosa pero sin viveza para
abrirse camino, típica hija de dos carenciados morales.
La heredera, hace unas horas,
mostró su intimidad: detenida en su automóvil por unos uniformados, Sarita se encontraba vapuleada por el alcohol. El buen Baco la atrapó y el funcionario que le
realizó el examen de alcoholemia no la dejó ir. La muy irresponsable apenas y podía
mantenerse en pie, y aun así optó por retornar a su casa conduciendo ella
misma. ¡Quien sabe cuantos tucumanos salvaron su vida milagrosamente del
embiste del auto ebrio de la hija del Gobernador!
Este episodio que no sólo
aconteció sino que fue difundido por la prensa para el regocijo de los
ciudadanos decentes genera una pregunta: ¿está acabada la carrera política de
la pequeña energúmena? Creo que, hoy, es difícil responder eso.
Atrás en el tiempo, Sarita
Alperovich se convirtió en blanco de denuncias por discrecionalidad cuando se
supo que, mes a mes, factura varios millones de pesos por trabajar como
dentista para el PAMI: no se sabe bien si le extrae muelas a los ancianos o
petróleo a las tierras del país. Poco tiempo después, esta millonaria artista
de la curación de caries comenzó a “militar” intensamente a favor de sus
padres.
Aquí es necesario abrir un
paréntesis para hablar acerca de la mentada “militancia”. La “militancia” es en
la actualidad el disfraz para justificar el fanatismo que llena billeteras.
Como todavía no está bien visto que a alguien se le engorde la cuenta bancaria
sólo por transcurrir horas navegando en las redes sociales de Internet,
entonces los oportunistas sienten la necesidad de “militar” para tener algo con
que responderles a todos aquellos que les recuerdan que no son más que
parásitos perturbando el progreso del país. Concretamente, para “militar” hace
falta conseguir un grupo de pobres lo más dócil posible (los niños son ideales para
esto), un puntero de un partido político destinado a mantener el orden de la
manada, un conjunto abundante de dádivas de poca calidad para serles regaladas
a los afortunados, unas cuantas horas libres y, claro, una cámara de fotos o
una filmadora para registrar debidamente el evento, pues, de hecho, ello es lo
más importante del acto de “militar”. Una vez que se tienen todos los
elementos, se ejerce la demagogia durante unos momentos y luego, cuando el
material foto y filmográfico ya ha sido ubicado en la Internet , se informa a la
comunidad que la “militancia” ha sido servida -esto es que un grupillo de chupópteros
que aspiran a convertirse en chupópteros de renombre han “caminado un barrio”
para “conocer las necesidades de la gente” y “brindarle ayuda social a los
vecinos”. Sarita, la hija de José Alperovich y Beatriz Rojkés, se dedicaba a
eso cuando no estaba firmando recibos enviados por los contadores del PAMI:
ella era una “militante”.
¿Acaso un “militante” no puede
emborracharse y zigzaguear velozmente con una tonelada de acero por una ciudad
de noche? ¿Acaso no puede alguien que quiere servir a la gente poner en peligro a unas cuantas vidas tras una velada animada por el alcohol? ¿Acaso la hija de un Gobernador y de una Senadora Nacional
tiene que mantener la compostura para que los frutos no den a conocer el árbol?
¿Acaso todo ello es excusa suficiente para que Sarita Alperovich renuncie a sus
intentos de obtener fueros parlamentarios en 2015?
César Thames
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